Imaginemos a un niño de un año ante un juego en el que tiene
que encajar piezas según la forma, el niño debe adaptarse al contexto en el que está ( el juego nuevo), debe pensar
qué hacer ( crearse una imagen mental de las
formas de las piezas) debe decidir el
momento de comenzar, recibe información
del juego, de sus formas, de sus colores, se encontrará con intentos fallidos
en los cuales debe pensar y aportar otra
alternativa ( otra pieza), optar
por continuar el juego o decidir
abandonarlo ( toma de decisiones).
Desde edades tempranas vamos recibiendo información del
entorno, la cual, es comprendida en función de nuestra madurez, así, nos
hacemos una imagen del contexto del que procede la información y la asimilamos.
El niño va aprendiendo que ante una situación que le surge como interrogante
puede aportar una o varias soluciones o identificar diferentes formas de
abordar la situación.
La mente se va haciendo más flexible, aportando diferentes
puntos de vista, dejamos atrás la rigidez y la idea de que solo hay un camino
para llegar a lo que deseamos.
Con el paso del tiempo aprendemos a actuar en diferentes
contextos y las habilidades mentales adquiridas y desarrolladas salen de forma automática y autónoma.
Algunas habilidades mentales que se ponen en práctica son:
-
Dar varias respuestas ante una situación.
-
Justificar un hecho concreto.
-
Defender nuestra opinión y asimilar la de los
demás.
-
Dar argumentos.
-
Ser flexible.
-
Evaluar.
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